El poder, una palabra que, no por manida, deja de contener algún tipo de misterio impenetrable. Cuando se discute el significado del concepto poder, nuestra mente en seguida lo conecta con otros en los que, en principio, encuentra algún vínculo: por un lado, represión, hegemonía, imposición, control, jerarquía, coacción, disciplina, castigo, así como liberación, dialéctica, negociación, igualdad, diálogo, rebelión, resistencia, liberación, por otro, solo por citar los ejemplos más emblemáticos. Sin embargo, este concepto es tan escurridizo que parece escapar siempre a cualquier intento de definición. El D.R.A.E., sin ir más lejos, ofrece una que podemos calificar, cuanto menos, de titubeante en cuanto a lo que se refiere a la naturaleza o sustancia del poder. Esto se puede percibir en la lista de nociones que encabeza su definición: “Dominio, imperio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo”. Cuando probamos a aplicar esta definición a nuestra experiencia del poder, en seguida nos damos cuenta de que algunos de sus territorios y contornos escapan a la extensión de cualquiera de esos cuatro términos. Es como si el poder fuera, tal vez, un cajón desastre donde cabe prácticamente todo lo relacionado con la conducta social del ser humano o, incluso, una palabra por principio indefinible. A veces incluso es tentadora la idea de considerar el poder como un concepto vacío y que, por lo tanto, puede llenarse de cualquier significado que interese darle. En cualquier caso, definir el poder no en absoluto una tarea fútil o intranscendente. El poder está detrás de cada una de las acciones de dimensión social del ser humano. Todo acto humano, civilizado o bárbaro, hunde sus raíces en algún tipo de lucha por el poder. Podemos hablar de un poder duro, el que ejercen los ejércitos, la policía o los tribunales de justicia, y de un poder blando, el que está detrás de la imposición o exportación de artefactos culturales y valores sociales. Más aun, a partir del análisis de autores como Marx, Mannheim, Gramsci y Althusser es posible hablar de un poder que crea y manipula las ideas que arbitrariamente construyen las ideologías. Este concepto, que abarca a los dos antes citados, extiende su influencia por todo el tejido social y se manifiesta con más fuerza en la construcción de las identidades que nos permiten ubicarnos e interactuar socialmente. Lo más peligroso del poder que se oculta tras la ideología es que no es evidente para nuestra conciencia, sino que únicamente puede ser revelado por el uso de nuestras habilidades críticas. Pero, en definitiva, ¿qué es el poder? ¿Cómo afecta a nuestras vidas? ¿Es posible escapar a su control o debemos resignarnos a la sumisión? Estas son las preguntas fundamentales sobre la que Política Mínima intenta arrojar alguna luz. Entender la naturaleza del poder, así como sus mecanismos, es la clave para poder descifrar el mundo en que vivimos. ¿CUÁL ES EL PROPÓSITO DE POLÍTICA MÍNIMA?El año 2008 fue una fecha clave en mi formación intelectual. La política no me era totalmente desconocida. Durante mi juventud, participé en la política municipal de mi localidad e incluso fui el presidente local del Movimiento contra la Intolerancia. Eran años de ideales nobles y optimismo sobre la naturaleza humana. Sin embargo, algunos años después, durante la crisis de 2008 algo cambió mi manera de concebir el mundo. En aquel momento me encontraba estudiando mi doctorado en la Universidad de California. Durante varios años, como parte de mi formación académica, había leído multitud de libros sobre teoría crítica y teoría social. Marx, Weber, Foucault, Adorno son solo algunos de los nombres sobre cuyas ideas discutíamos dentro y fuera de las aulas. La crisis económica desatada aquel año me produjo, primero, perplejidad ante aquella jerga financiera impenetrable y, segundo, una sensación de malestar, de que había dado con un error en la “matriz” cultural; como si, de repente, toda la ideología del capitalismo, de la cual no era consciente, se hubiera materializado y hecho visible. Esta vez, además, contaba con las herramientas críticas que mis lecturas me habían proporcionado, que de la noche a la mañana se habían vuelto útiles, pues me ofrecían poderosas narrativas capaces de explicar al menos grandes fragmentos de aquel mundo que parecía se venía abajo. Desde entonces, mirar con sospecha, no solo la política y la economía, sino también los procesos culturales en los que estamos insertos se volvió en mí un instinto. De aquel impulso crítico frente a la ideología nace ahora el proyecto Política Mínima, un blog en el que quiero volcar las ideas y reflexiones que he ido desarrollando a lo largo de los años en torno al poder y sus ramificaciones. A partir de este impulso, la misión de Política Mínima es ofrecer al lector retazos, fragmentos, pedazos de verdad de la vida inmediata y la relación de esta con el poder. En cada uno de los textos aquí publicados, analizaré las contradicciones ideológicas de los acontecimientos políticos, económicos y culturales de la más exaltada actualidad, a la vez que exploraré las ideas que sobre el poder nos ofrecen autores tan distantes políticamente unos de otros como Foucault, Rawls and Galbraith, por un lado, y Gramsci, Althusser y Žižek, por otro, por citar solo algunos ejemplos significativos. Todo explicado con un lenguaje sencillo accesible al público no especializado. Por otro lado, el lector no encontrará en este blog conclusiones definitivas ni juicios absolutos. Cada una de las entradas que lo conforman quiere ser el punto de partida de un diálogo. Mi visión a la hora de iniciar este proyecto es la de crear una comunidad inquieta y curiosa que quiera ver un poco más allá de la información cruda que ofrecen los telediarios. Una comunidad que, a través del diálogo, negocie el significado, la naturaleza y las implicaciones del poder, para que cada uno de sus miembros llegue a sus propias conclusiones.
Además de su misión y su visión, el proyecto Política Mínima se sustenta sobre un grupo de valores, inevitablemente provisionales, a modo de acuerdo de mínimos, que permita cimentar el debate en torno al poder:
Sobre estas bases, amigo lector, Política Mínima inicia el debate en torno al poder. Deseo que este blog te resulte interesante y, sobre todo, te dé pie a pensar. En definitiva, como se diría en nuestro siglo áureo, deseo que la lectura de Política Mínima te sea de provecho. |
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