Para poder descifrar las nuevas líneas de tensión del poder global es ineludible estar al tanto de la actualidad política china. Tengo que confesar que soy completamente lego en la materia. Mis escasos conocimientos sobre el tema se reducen a los titulares de los periódicos occidentales que hojeo habitualmente: El País, Le Monde, The New York Times. Por esta razón, se me ha ocurrido que la mejor manera de acercarme a las políticas que fluyen desde el nuevo centro de poder global chino es analizar de manera crítica los discursos con los que el presidente chino Xi Jinping se dirige a su partido, a sus conciudadanos y, en general, al mundo. ¿Cómo habla Xi a su pueblo? ¿Cómo construye sus discursos y qué tropos usa? ¿Qué ideología se esconde bajo la superficie del texto? Para responder a estas y otras preguntas he estado releyendo el informe presentado por Xi Jinping el pasado 16 de octubre ante la sesión plenaria del XX Congreso del Partido Comunista de China. En principio, este discurso debía dar cuenta de los resultados de las políticas de su gobierno durante el quinquenio que acababa. Sin embargo, lo que Xi hace es detallar las líneas maestras de su política para el quinquenio 2023-2028. Más que permitir a sus camaradas de partido fiscalizar los resultados de su gobierno, Xi presenta las políticas que todos los oficiales del PCCh deben internalizar e implementar durante los próximos cinco años. En su momento, los medios de comunicación ya dieron cuenta del contenido, explícito e implícito, del discurso: el desafío a Occidente por la hegemonía mundial, la proclamación del final de la pobreza extrema en el país, la ideologización creciente del Partido frente al antiguo pragmatismo de Deng Xiaoping, la aplicación de la política “un país, dos sistemas” respecto a Macao y Hong Kong, la posibilidad del uso de la fuerza para lograr la integración Taiwán en la República Popular, los éxitos de las políticas comerciales del gobierno. Discurso completo publicado por South China Morning Post (Traducción simultánea al inglés) NUEVA POLÍTICA, VIEJA RETÓRICAUna primera lectura del texto permite encontrar algunos de los tics propios del discurso público de los regímenes autoritarios con fuerte culto a la personalidad. En esta línea, Xi apela a la unidad nacional para luchar contra unos enemigos y peligros exteriores más o menos difusos. Condiciones sine qua non para la victoria en esta lucha son el orden y estabilidad social. En opinión de Xi, su país será además el garante de la paz y el multilateralismo mundial. China, afirma, “jamás procurará la hegemonía ni practicará el expansionismo”, en clara alusión al belicismo y unilateralismo de Occidente. Otro aspecto típico de este tipo de discursos es que los contornos que delimitan partido, estado, gobierno y pueblo se vuelven difusos. Se diría incluso que estos cuatro conceptos son intercambiables dentro del texto. Para Xi pueblo y partido son una única entidad; partido y estado, una única institución; gobierno la máxima expresión de ambos, así como la encarnación del espíritu del pueblo. Se añade a esto que tanto partido como estado tienen un rol totalizante e intervencionista. A lo largo del texto se puede ver como el gobierno se inmiscuye en las facetas más privadas de la vida de sus ciudadanos. En esta línea de clichés en la retórica de Xi Jinping merecen mencionarse a parte su visión de la corrupción y la democracia. Así, su discurso denuncia las prácticas corruptas dentro de las estructuras del partido y dentro del aparato del estado. Por supuesto, la corrupción no afecta a la cúpula de ambas instituciones, el Consejo de Estado, que preside el propio Xi, sino que se encuentra enquistada en la escalas intermedias y bajas. El origen de la corrupción se debe, en su opinión, a “corrientes ideológicas erróneas, como la idolatría del dinero, el hedonismo, el ultra-individualismo o el nihilismo histórico”. Como es fácil apreciar, Xi presenta a los funcionarios y oficiales de las escalas intermedias y bajas como chivos expiatorios de una corrupción cuya presencia es palmaria para cualquier ciudadano chino. En contraposición, nos presenta a los miembros del Consejo de Estado como incorruptibles, como incorruptible es también el propio pueblo chino, del que ofrece una imagen totalmente idealizada. Por otra parte, el discurso de Xi comparte con los discursos públicos del estalinismo y el maoísmo un uso muy ambiguo de la palabra “democracia”. Esto se hace patente, por ejemplo, cuando afirma: “El nuestro es un país socialista de dictadura democrática popular dirigido por la clase obrera y basado en la alianza obrero-campesina, y todos los poderes del Estado pertenecen al pueblo”. Nótese la expresión “dictadura democrática”. En otras partes del discurso, Xi habla de una “democracia popular de proceso entero”, es decir, una democracia consultiva que supuestamente el pueblo ejerce desde las instancias inferiores del partido y que, dentro de su cosmovisión, es mucho más profunda que la democracia liberal de carácter representativo. LA UTOPÍA DE UNA NUEVA ERAExpuestos los elementos más obvios del informe de Xi, es momento de penetrar de manera más profunda en el texto. Una segunda lectura nos revela algunos elementos de la ideología que Xi Jinping y el PCCh quieren construir para la nación china. En este sentido, algo también frecuente en este tipo de discursos es que están orientados hacia un futuro utópico. En el texto, Xi alude continuamente a que el objetivo de China es liderar la “construcción de una nueva era” para el mundo, una era de desarrollo económico, prosperidad común, estabilidad social y multilateralismo internacional. Un ejemplo paradigmático de la visión utópica del presidente chino se puede encontrar cuando en un momento del discurso afirma: Firmemente resuelto a llevar adelante la prolongada gran causa de la nación china y dedicado a la noble causa de la paz y desarrollo de la humanidad, nuestro partido tiene una responsabilidad de importancia suprema y una misión incomparablemente gloriosa. Estas palabras luminosas de Xi Jinping me han hecho pensar en algo que Fredric Jameson afirma en su libro The Seeds of Time. Para este autor la utopía siempre propone la liberación frente a estructuras hegemónicas, que en el discurso de Xi se corresponden claramente con la imposición del poder occidental. El texto no describe sino de manera muy vaga el mundo libre al que hemos de llegar en el futuro gracias al liderazgo chino. Por el contrario, solo detalla la construcción de los mecanismos materiales que por sí mismos posibilitarán la liberación futura. Estos mecanismos materiales, por supuesto, son coercitivos y sirven para neutralizar las estructuras hegemónicas que bloquean la consecución del futuro utópico. Un futuro utópico que, por cierto, tiene fecha: 2049, año en el que, según los planes de Xi Jinping, China se convertirá en una nación plenamente desarrollada y liderará el mundo. Los mecanismos materiales que propone Xi consisten en toda la batería de medidas económicas, políticas y sociales que servirán para implementar tanto el poder blando como el duro que el PCCh va a ejercer, como mínimo, los próximos cinco años. Tal vez este análisis teórico pueda resultar un tanto abstracto, pero es fácil de entender si nos atenemos a la realidad de la actuación del gobierno chino en los últimos años. En la mente de Xi, como de toda la cúpula del partido/gobierno chino, para alcanzar ese “futuro feliz” del que habla en su discurso, se debe tomar toda acción posible contra los obstáculos que bloqueen su consecución, para lo cual debe utilizar mecanismos materiales como son la represión de toda disidencia interna, la militarización de las relaciones con Macao, Hong Kong y Taiwán, el expansionismo en el mar de China, la coalición con otros regímenes dictatoriales, la opresión ejercida sobre los pueblos tibetano y uigur o la deuda trampa contraída por países pobres que solo podrán devolver mediante concesiones políticas y militares. EL SIGLO DE LA HUMILLACIÓN Otro elemento interesante tiene que ver con lo que Milan Kundera llamaría el pozo del pasado. A lo largo de todo el texto hay dos motivos, aparentemente inconexos, que se repiten en incontables ocasiones. El primero de ellos es la “revitalización de la nación china”. ¿Tiene sentido hablar de la revitalización de un país? ¿Cuándo perdió China su vigor? El uso de metáforas con referente humano para construir la nación no es nuevo. Las ideologías más reaccionarias siempre han sido proclives a conceptualizarla usando términos propios de la estructura familiar. Así, la nación era la madre o el padre de los ciudadanos: madre patria, motherland, Vaterland. Este tipo de metáforas incide en la idea de que la nación es una anciana o un anciano, ya que hunde sus raíces en la historia o incluso el mito. Esta concepción quiere transmitir la idea reaccionaria de que no es posible cambiar la nación dado que su historia tiene carácter supra-humano y que intentarlo supone poco menos que una blasfemia. Sin embargo, en el discurso público del PCCh hay algo diferente. La nación debe cambiar para que vuelva a ser joven y vital. Se diría que en el ideario de Xi Jinping la nación se percibe como una vieja dama a la que es posible devolverle sus antiguos ímpetus gracias a la fuente de la eterna juventud de la que manan las políticas del Consejo de Estado. No es difícil darse cuenta de que Xi está pensando en los dos últimos siglos de historia china y, muy especialmente, el “Siglo de la Humillación”. Desde el comienzo en 1839 de la primera guerra del opio, que acabó con la ocupación británica de Hong Kong, hasta el final de la segunda guerra sino-japonesa en 1945, dentro del marco de la II Guerra Mundial, una China ineficiente, anticuada y ensimismada cayó bajo el dominio de potencias extranjeras. Fue entonces, por ejemplo, cuando el comercio chino fue explotado por países como Gran Bretaña, Francia, Rusia o Japón. El recuerdo del Siglo de la Humillación está muy presente hoy en día en el ideario colectivo chino e inspira buena parte de su política internacional. Casi se podría decir que la “nueva era” proclamada a bombo y platillo en el discurso de Xi Jinping dibuja en realidad un futuro “Siglo de la Venganza”. A esta realidad histórica hace referencia también otro tropo del discurso: “las peculiaridades chinas”. Esta expresión se derrama por todo el texto. Todo ha de tener peculiaridades chinas: la diplomacia, el ejército, la ciencia, la modernización, el sistema empresarial. La lista es inacabable. Mención especial cabe hacer del “socialismo con peculiaridades chinas” que el gobierno de Xi quiere exportar como ideología de la nueva era. Este elemento discursivo tiene que ver con la obsesión china de protegerse de los poderes extranjeros. De ahí su tradicional política de no intervenir en los problemas internos de otros países desde la instauración de la República Popular de Mao. Política que siempre llevó a China a ponerse de perfil en política internacional y explica, por ejemplo, por qué la delegación china siempre votaba en contra de cualquier resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que tuviera como propósito la intervención militar en los conflictos internos de terceros países. Las “peculiaridades chinas” de Xi nacen de aquel Siglo de la Humillación y de la política de no intervención de Mao y Deng. Hoy China ha finiquitado esta última y comienza a ejercer su poder sobre otros países, pero esta nueva postura nace paradójicamente de la anterior. El principal propósito de su expansionismo tiene su origen en el resquemor chino ante cualquier posible contaminación ideológica o control político que pueda venir de fuera, especialmente de Occidente. La diferencia es que, ahora que se siente poderosa, China intenta mantener alejados a los poderes externos utilizando los mecanismos hegemónicos de los que fue víctima en el pasado, en lugar de aislarse del exterior como en las épocas de Mao y Deng. Como vemos, bajo el retoricismo amable de sus grandes discursos políticos es posible descubrir los tropos que el presidente chino Xi Jinping utiliza para la construcción ideológica de una nueva China. Una nueva concepción de la nación que se construye sobre un espacio paradójico entre el futuro y el pasado: el futuro utópico dibujado por Xi, que incluye, no lo olvidemos, oscuros mecanismos materiales que deben permitir alcanzar la liberación/hegemonía en 2045, y el pasado vergonzante y traumático del Siglo de la Humillación china. Llegan tiempos revueltos para las naciones, pero vibrantes para el pensador disolvente. Para bien o para mal un nuevo tablero para el ajedrez del poder mundial se ha puesto sobre la mesa, y aquí estará Política Mínima para reflexionar sobre él. ¿Quién es Xi Jinping? Reportaje publicado por The Economist (Video en inglés)
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